Allá, en aquella calle, brilla las esquinas donde te vi reír. Allá quedó tu perfume, tus impulsos de dama indomable, tu... tu quedaste allá, en el recuerdo de las luces.
Y montada en aquel caballo entraste veloz y altiva al pueblo, así también miraste la gente. La bestia jadeaba. Tus ojos buscaban el dolor de mi pecho.